Mis respetos a Bolaño
Roberto Bolaño no está sobrevalorado. Nunca lo
estuvo. Es un narrador de primera línea. Calidad y talento se aúnan en su
ficción. Lo primero que leí de él fue Una novelita lumpen. A varios
escritores reconocidos le pidieron que escribieran de una ciudad en particular,
y a Bolaño le ofrecieron Roma y terminó escribiendo una novela de ciento y pico
de páginas que se reía de las novelitas burguesas de José Donoso. Una
novelita lumpen me la dio Claudia Apablaza —una escritora veleidosa de ego monumental— en el año 2005, y antes no había leído
absolutamente nada de Bolaño. Nada. Desconfiaba de su boom mediático luego de
haberse ganado el Premio Herralde y el Rómulo Gallegos; por eso no lo leía. Me
cargaba que cuando estudiaba literatura —en realidad nunca estudié de verdad literatura—, Cristián Warnken le dijera a un alumno destacado,
un alumno tan burgués como el que más, el apodo de «Belano» (cuando Belano era lumpenproletariado
en estado puro). Y para el 2005 Bolaño era archiconocido en el mundillo
literario chileno que yo frecuentaba como un péndex inmaduro. Incluso, hoy, si
estuviera vivo Bolaño, yo sería más osado y me conseguiría su número de
teléfono y lo llamaría cual grupi. Siempre lo he pensado. Bolaño se murió el
año 2003 y eso es irreversible. Pero seguramente si aun respirara yo trataría
por todos los medios de conocerlo. Me pegaría un viaje a Blanes, lo juro. Soy su
fan. Me parece que su literatura es de alto octanaje. Es una literatura para un
público que debe tener cierto nivel cultural, claro. Al menos eso dice Mario
Vargas Llosa —el
escritor mateo de todos los tiempos— cuando
lo entrevistan sobre Bolaño para un ¿documental? de TVE llamado El último
maldito. Igual creo que eso del nivel cultural para poder leerlo es
relativo. No hace falta ser culto para leerlo y entenderlo. No hay palabras
rebuscadas. No hay una sintaxis pedante. Bolaño siempre me gustó. Me gusta su
irreverencia, sus ganas de tirar mierda con ventilador a un establishment
literario gonorreico: el chileno. Otro libro que conseguí de él fue a través de
Matías Celedón, que me regaló o prestó —no sé:
la otra vez me lo topé en una tienda del Costanera Center y me cayó bien su
cercanía—
Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce. Al igual que Jim Morrison, la gloria de Bolaño duró
cinco años. Se ganó el Premio Herralde con Los detectives salvajes en
1998 y en el 2003 se murió. Durante esos cinco años, dio entrevistas y sacó
varios libros —casi
uno al año— que siempre me han
provocado algo indescriptible. Me parece que Los detectives salvajes es
como un viaje a Madrid. Por la página 400, es como si fuera la hora séptima del
viaje y quieres que se acabe. Ya. Que se acabe porque llega a ser agotador,
igual que un viaje a España. Llega a ser envidiable la capacidad de los
personajes de entablar amistades, como si nada. Los personajes de Bolaño quizá
no tienen problemas de socialización y odian lo establecido. Belano y Lima
odian irreverentemente a Octavio Paz y son los padres del infrarraelismo. Me
hubiera gustado haber conocido gente como la retratada en Los detectives
salvajes... Aunque Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de
Joyce la escribió en conjunto con Antoni García Porta, creo que estamos
ante una novela con una pulsión narrativa que ya se la quisieran muchas novelas
que se publican a cada momento. Bolaño tiene fuerza, incluso, en mi modesta
opinión, creo que Los detectives salvajes es una novela que
perfectamente se puede leer sin parar —en una noche— si tienes las ganas de
hacerlo. A ratos se hace excesivamente larga, pero es muy entretenida, sobre
todo el álter ego de Bolaño: Arturo
Belano. Eso que siempre se le vea como drogado y que sospechen que es asexuado
me parece excepcional. En Los detectives salvajes hay de todo, incluso
el bosquejo de una novela de sci-fi. Pero para qué digo los cuentos de Bolaño.
Particularmente, me gustó mucho uno de Putas asesinas titulado Fotos.
Belano está en África viendo un álbum de fotos de poetas franceses que han sido
antologados en otros libros, o que han publicado. Belano ha conseguido
vivencialmente lo que consiguió Rimbaud en África —el poeta imberbe por excelencia—, pero no ha logrado llegar al altar del
reconocimiento mediante una foto en un libro. De Bolaño se ha dicho mucho,
incluso de que fue heroinómano. Vaya uno a saber. A mí me pasa es que me da
lata no haberlo conocido. En Chile mucha gente se juntó con él para conseguir algo
—eso es obvio en un
mundillo literario chileno tan hipócrita—, pero yo sólo me hubiera gustado juntarme para rendirle mis respetos. Es
un autor mayor. Igual es una huevada que todos se saquen el sombrero ante Bolaño,
pero creo que no está sobrevalorado. Tiene calidad. Potencia. Y eso se nota.
¿Qué otras cosas he leído de él? Bueno: Llamadas telefónicas (con el
notable cuento Sensini y El gusano), La literatura nazi en
América (ya quisieran muchos escritorcillos chilenos mandarse una novela borgeana
como esa), Nocturno de Chile (que Herralde no quiso que se titulase Tormenta
de mierda) y Estrella distante (¿que más utópico que un poeta que
escribe poemas etéreos con su avioneta en el aire?). Con Los detectives
salvajes me quedó claro que no es una novela que, al leerla, tú digas que
es mala y todos los gilipollas dicen que es buena porque el autor de dicha
novela hace buen lobby y tiene amigos. No. Aquí hay narrativa de calidad, y eso
se agradece. 2666 es otra gran novela de Bolaño. Una novela monumental:
mil y tantas páginas. En este posteo he tratado de no decir de qué trata los
libros que he leído de él, creo que cada quien debe formarse su propia opinión,
pero se nota en 2666 y en El gaucho insufrible (su último libro
de cuentos) de que Bolaño está molesto porque se va a morir pronto debido a su
problema hepático. Lamentable. Solamente me hubiera gustado haber conocido a
Bolaño simplemente para haberle dado mis respetos. A la literatura en Chile le
creció el pelo gracias a Bolaño. Fue un chileno que casi no vivió aquí. Chile
está en el culo del mundo y siempre habrá que cargar con esa cruz, sobre todo
con los que hemos querido ser escritores estadounidenses. Bolaño es...: BOLAÑO.
Y lo digo sin haberlo conocido. Y me hubiera gustado sólo darle las «gracias»,
a lo Alanis Morissette, por su aporte a la gonorreica literatura chilena que no
salva a nadie.
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