viernes, 1 de mayo de 2015


Escritores de temer

 

Siempre me ha gustado la literatura de género. Para mí no es basura, a diferencia de lo que piensan los pseudointelectuales que hay en Chile, manga de tarados que preconizan lo que es bueno en literatura, aunque ellos en realidad no saben cómo funciona el mundo editorial, arbitrario y despiadado. O tal vez sí saben cómo funciona pero igual quieren dar la lata con lo «correcto» y «literatoso». Precisamente es este mundo despiadado lo que hizo que existiera un escritor de temer: Elmore Leonard. Nació el 11 de octubre de 1925 en Nueva Orleans y murió en Detroit el 20 de agosto del 2013. Escribió, en la década de los años 50, novelas del Oeste. Reconozco que el único novelista del Oeste que he leído es Marcial Lafuente Estefanía, otro novelista de temer, aunque siempre me sacaré el sombrero ante escritores como Leonard o Estefanía. En una ocasión, Pedro Pablo Guerrero, periodista de «Revista de Libros» del diario El Mercurio y docente del Magíster en Edición de la Universidad Diego Portales a todo esto un buen amigo mío, me dijo que ni siquiera leía a autores como Harold Robbins. Vale decir: Elmore Leonard, Marcial Lafuente Estefanía y Harold Robbins forman parte del grupo de escritores de temer, aquellos que siempre serán considerados «incorrectos» por la masa bien pensante e ilustrada. Puede que consideres que es mala literatura, pero hay que reconocer que son obras que no aburren. Para nada. Eso ya es meritorio. Un tipo que no sabe nada de literatura, que en una ocasión encontró malo un cuento mío sobre un serial killer, Roberto Fuentes, que publica y publica en editoriales como Alfaguara y profita de la literatura dictando talleres literarios para ignotos —en los que cobra dinero. Si yo hiciera un taller literario, no cobraría. Haría lo de José Donoso. Hay que tener estilo—, y que gana premios y premios como el de revista Paula que a todo esto ya no significa absolutamente nada; cualquiera gana el Paula y ya no tiene la repercusión de antañoconsideraba que mi cuento «Escrituras de un psycho killer» era malo. Lo que no sabía este sujeto lloriscón es que mi cuento era un homenaje oblicuo a Elmore Leonard. No en balde, Quentin Tarantino hizo una película basándose en una novela suya. Lo confieso: me agradaría escribir como Elmore Leonard. Puedes encontrar sus novelas en Ediciones B, Versal o Alianza Editorial. Puedes encontrarlo en las librerías de viejo de la Galería Venetto, en Providencia, y disfrutar de su mazamorra de acción. Elmore Leonard es de la escuela de Jim Thompson, sí. Lo bueno de Elmore Leonard es que fue un escritor prolífico. Lo bueno es que te engancha desde la primera línea. ¿Qué he leído de Elmore Leonard? Bueno, bueno. Vayamos con calma. Touch, sobre un personaje llamado Juvenal, que sana a la gente con las manos. Trescientas sesenta páginas adictivas que se leen sin que te des cuenta. Lo otro que he leído es Joe LaBrava, ganadora del premio Edgar. Aquí vemos las aventuras de un agente del Servicio Secreto. ¿Qué más? Tú ganas, Jack, Rum Punch, Fulgor de muerte y El cazador de gatos. Se han hecho películas y series televisivas de sus obras, y reconozco que me faltan todavía muchas novelas de Leonard para disfrutar de este invierno que se nos vendrá. ¿Cuántas? Más de veinte. Aunque no escribió tanto como James Hadley Chase, Leonard es un autor de temer. No es aburrido. Y cuando digo que es de temer, digo que es un autor que engancha con su prosa. No quiere ser «literatoso». Sobre todo: aburrido. Aquí en Chile, todos los huevones quieren realizar alta literatura. Todos los huevones quieren escribir para la abuela chota que veranea en Zapallar o Cachagua y compra libros en el Alto Las Condes. En realidad, no son más que eso: huevones. No saben que realizar literatura chatarra es lo máximo. El género policíaco tuvo a su hombre: ELMORE LEONARD. «Si suena como la escritura, lo reescribo». Regla importantísima de Leonard. Regla que cualquier escritor de temer debe aplicar como un mantra. Lo bueno de Leonard es que se paseó por el género policial y lo hizo suyo. Le dio su propio toque. Y puede que muchos traten de imitarlo, pero no lo lograrán. El escritor de temer no debe imitar. El escritor de temer debe inventar. Los que se creen escritores y aburren con su literatura, deben percatarse que en el magma literario mundial hay gente como Elmore Leonard que supo lo que hacía y logró lo que cualquier escritor que se precie desea: ser reconocido y llevado a la gran pantalla. Porque Leonard fue uno más en Hollywood, la tierra de los frívolos y despiadados, el lugar en el que falleció de sobredosis el ingenuo River Phoenix. El lugar que desecha a los que no sirven. No hay nada más que decir. Entre los escritores de temer, podemos encontrar a tipos que saben lo que hacen. La estampa de un escritor de temer, que jode con su literatura al crítico más docto, al jurado de premio literario más conservador y retrógrado véase la última versión del Premio de Novela «Revista de Libros» del año 2014, que jode al cura Valente inclusive, sabe que el escritor de temer debe serlo desde que se baña hasta que se acuesta. Un escritor de temer debe tener un perfil que lo diferencie de autores como Pablo Simonetti, que a todo esto es boring. Aburrido. Hay que execrar la literatura aburrida. Hay que desafiar al crítico a lo Ignacio Valente si quieres ser un escritor de temer. Valente debe escandalizarse. Ya lo hizo Fuguet con Mala onda. Fuguet es un escritor de temer. Ortega, Baradit y Bisama son escritores de temer. Martín Muñoz Kaiser es un autor de temer. Y me quiero detener un momento en Muñoz Kaiser con su novela de zombis Evento Z, publicada por Forja hace poco. Muñoz Kaiser nos pone la epidemia zombi en Valparaíso, algo inédito en Chile, y creo que lo logra y puede ser considerado un escritor de temer, aunque a lo largo de la novela nunca te dice cómo se generó, de dónde proviene el virus que convierte al cadáver en zombi. Es lo único que critico de su gran novela y lo bueno que está el catálogo de editorial Forja, con publicaciones como El engendro, de Jean Pierre Coudeau. Como punto final, debemos recalcar que el escritor de temer es un escritor de tiempo completo, aquel que no se aprovecha de su pasado en la pobla ni es un autor que desea ser «correcto» para un jurado de lateros —veáse Premio de Novela «Revista de Libros» del diario El Mercurio año 2014 con Roberto Ampuero (igual salva, muy de vez en cuando, Ampuero), Carlos Franz (un bluff) y Alonso Cueto (un novelista policial maometano)—. Aunque algunos son «correctos» a su modo. El escritor de temer sabe que su literatura no es como la de Pablo Simonetti. Lo aburrido no es una palabra en el léxico del escritor de temer. Que cada uno saque sus propias conclusiones al respecto. Nada más.