Hemingway se vuela los
sesos
Ernest Miller Hemingway
es uno de los más grandes escritores de todos los tiempos. Al menos eso dicen
los críticos. Los verdaderos críticos. Al menos, se ganó el premio Nobel de
Literatura en 1954, junto con el Pulitzer en 1953. Nacido en Oak Park,
Illinois, Estados Unidos, en 1899, manejó una ambulancia de la Cruz Roja en la
Primera Guerra Mundial, donde fue herido de gravedad y se enamoró de una
enfermera que le sirvió de inspiración para escribir Adiós a las armas
(1929). La enfermera no correspondió su amor y Hemingway volvió a los Estados
Unidos para casarse y vivir en Europa —París, específicamente— trabajando como
corresponsal de prensa. En los locos años 20, frecuentó el círculo de literatos
de la llamada «Generación Perdida», grupo de escritores —John
Dos Passos y Francis Scott Fitzgerald, entre otros— que para Gertrude Stein lo
único que hacían era perder el tiempo con la bebida. A los veintitrés años,
Hemingway publica su primer libro de cuentos y poemas, Tres cuentos y diez
poemas, que fue prohibido en su ciudad natal y molestó a su familia. (Los
escritores siempre molestan a sus familias.) Hemingway comenzó a tener
repercusión literaria en 1926, cuando publicó Fiesta en la editorial
Charles Scribner's Sons. ¿Por qué Hemingway se voló los sesos? Gran pregunta.
¿Habría indicios de su decisión a lo largo de sus publicaciones? Tuvo gran
impacto la novela Fiesta. Jack Barnes —el periodista emasculado de Fiesta—,
se junta con un grupo de amigos en París y viajan a Pamplona a ver las corridas
de toros (la fiesta del San Fermín). El personaje Barnes está castrado por
culpa de una herida de guerra. Una herida acaecida en la Primera Guerra
Mundial. Está castrado igual que un toro. Jack Barnes se engancha con la
infaltable, una mujer promiscua que es ninfómana y tiene amoríos con casi todos
los personajes de la novela. Fiesta prefigura el estilo lacónico de
Hemingway. Descripciones detalladas del ambiente, diálogos punzantes y mucha
acción. Desde luego, lo que prevalece en la literatura de Hemingway es la
acción. La tauromaquia fue una de sus pasiones. La tauromaquia es pura
tragedia. Porque en la tauromaquia hay una apología a la muerte y Hemingway
estaba obsesionado con la misma. Tal vez no se hubiera suicidado con un
escopetazo si la muerte no le hubiese interesado. Antes de Fiesta,
publicó un volumen de cuentos titulado En nuestro tiempo (1925). El
corpus narrativo de un escritor siempre debe tener un único y gran tema. Para
Hemingway, fue, claro, la muerte. Cómo no. El notable cuento «Campamento indio»,
por ejemplo, nos muestra al pequeño Nick Adams, álter ego de Hemingway, que va
con su padre a supervisar un parto de unos indios y el marido de la embarazada
termina degollándose con una navaja porque no soporta los gritos de su mujer al
dar a luz. O el magistral cuento noir —antes de que la literatura de género
negro comenzara con Raymond Chandler—, «Los
asesinos» —escrito
en una noche—, que muestra al mismo Nick Adams en un restorán —el Henry's—
acechado por dos pistoleros que matarán a un ex boxeador que tuvo líos en
Chicago. Los pistoleros no encuentran al boxeador —que siempre iba a cenar al
restorán—, se van y Adams decide avisarle a la víctima, en su pensión, quien no
hará nada de ahí en adelante porque no quiere escapar: sólo esperará la muerte.
La muerte fue el gran tema de este escritor que terminó suicidándose. Lo que
pasa es que al leer a Hemingway te encuentras con una dosis de melancolía
exasperante. Basta leer muchos de sus libros para darte cuenta de que el tipo
sufría de una nostalgia y melancolía apabullante. Tengo varios cuentos
favoritos de Hemingway. El crítico Fernando Emmerich escribió una vez en «Revista de Libros»
de El Mercurio que Hemingway era un novelista mediocre. Recuerdo que el
artículo salió para el centenario de su nacimiento, en 1999, y estuve en
desacuerdo. Lo importante en Hemingway es lo que no se cuenta. Pongamos, por
caso, el cuento «Colinas como elefantes blancos» o «El
mar cambia». ¿De qué trata cada cuento? En el primero una
pareja habla con nostalgia de su separación. «Y pudimos tener todo esto y cada día lo hicimos más imposible». En el
segundo, en cambio, hay nuevamente una pareja, pero la mujer ha cambiado de
equipo. Si no recuerdo mal, la mujer termina siendo lesbiana. Sexo y muerte;
parejas que están unidas por un hilo; niños observadores. La guerra, un lugar
donde prevalece la muerte, inspiró mucho a Hemingway. Por quién doblan las campanas (1940) es sobre la guerra civil
española. O sea, el Adiós a las armas
y Por quién doblan las campanas hay
una guerra de fondo; sin embargo, el tema principal es sobre parejas que están
expuestas en un escenario adverso. Ellos no pueden cambiar en donde están
situados; sólo pueden luchar. La lucha del hombre por la vida es el gran tema
en Hemingway. La guerra y la tauromaquia y la muerte no es más que una
justificación para mostrar a personajes que luchan en la vida ante los
problemas. «El mundo es maravilloso, y vale la pena lucha por él». Es una gran
frase de Hemingway —que a todo esto
tenía grandes frases—, y que se
refleja en la trama de El viejo y el mar
(1952): un viejo pescador cubano lucha en contra de un pez, lo caza y termina
perdiéndolo por culpa de los tiburones (a fin de cuentas: la lucha del hombre
por la vida). Hemingway fue un luchador, un guerrero que al final perdió: se
suicidó. Confieso que cuando en 1997 vi la miniserie Hemingway, protagonizada por Stacy Keach, decidí que quería ser
escritor. El personaje Hemingway exuda vitalidad. Hemingway es el prototipo de
la masculinidad. He leído la mayoría de sus obras, la más débil es El verano peligroso (1985), novela
póstuma que publicó para la revista Life sobre
la rivalidad entre dos toreros. Particularmente, a mí me gusta Islas en el golfo y París era una fiesta. También me gusta Al romper el alba (1999), también póstuma, que compré en la FILSA
(Feria Internacional del Libro de Santiago) en 1999, y que muestra el mundo de
los safaris. El jardín del Edén
(1986) exhibe otra vez a una pareja en un relato inédito para un escritor tan
material y activo como Papá Hem. Al final, su lucha por la vida desembocó en un
suicidio. Con todos los achaques debido a su personalidad autodestructiva, no
podía escribir y estaba para el gato. Decidió dispararse con una escopeta de
caza, la caza que tanto le gustaba en África, esa que le sirvió de inspiración
para escribir Las verdes colinas del
África o La vida breve y feliz de
Francis Macomber. Hemingway terminó con los sesos desparramados en una
habitación. Un final trágico. Un final de lo más literario. Nunca sabremos qué
pasó en su cabeza al momento de jalar el gatillo.