jueves, 22 de enero de 2015


Mis respetos a Bolaño

  

Roberto Bolaño no está sobrevalorado. Nunca lo estuvo. Es un narrador de primera línea. Calidad y talento se aúnan en su ficción. Lo primero que leí de él fue Una novelita lumpen. A varios escritores reconocidos le pidieron que escribieran de una ciudad en particular, y a Bolaño le ofrecieron Roma y terminó escribiendo una novela de ciento y pico de páginas que se reía de las novelitas burguesas de José Donoso. Una novelita lumpen me la dio Claudia Apablaza —una escritora veleidosa de ego monumental— en el año 2005, y antes no había leído absolutamente nada de Bolaño. Nada. Desconfiaba de su boom mediático luego de haberse ganado el Premio Herralde y el Rómulo Gallegos; por eso no lo leía. Me cargaba que cuando estudiaba literatura —en realidad nunca estudié de verdad literatura—, Cristián Warnken le dijera a un alumno destacado, un alumno tan burgués como el que más, el apodo de «Belano» (cuando Belano era lumpenproletariado en estado puro). Y para el 2005 Bolaño era archiconocido en el mundillo literario chileno que yo frecuentaba como un péndex inmaduro. Incluso, hoy, si estuviera vivo Bolaño, yo sería más osado y me conseguiría su número de teléfono y lo llamaría cual grupi. Siempre lo he pensado. Bolaño se murió el año 2003 y eso es irreversible. Pero seguramente si aun respirara yo trataría por todos los medios de conocerlo. Me pegaría un viaje a Blanes, lo juro. Soy su fan. Me parece que su literatura es de alto octanaje. Es una literatura para un público que debe tener cierto nivel cultural, claro. Al menos eso dice Mario Vargas Llosa —el escritor mateo de todos los tiempos— cuando lo entrevistan sobre Bolaño para un ¿documental? de TVE llamado El último maldito. Igual creo que eso del nivel cultural para poder leerlo es relativo. No hace falta ser culto para leerlo y entenderlo. No hay palabras rebuscadas. No hay una sintaxis pedante. Bolaño siempre me gustó. Me gusta su irreverencia, sus ganas de tirar mierda con ventilador a un establishment literario gonorreico: el chileno. Otro libro que conseguí de él fue a través de Matías Celedón, que me regaló o prestó no sé: la otra vez me lo topé en una tienda del Costanera Center y me cayó bien su cercaníaConsejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce. Al igual que Jim Morrison, la gloria de Bolaño duró cinco años. Se ganó el Premio Herralde con Los detectives salvajes en 1998 y en el 2003 se murió. Durante esos cinco años, dio entrevistas y sacó varios libros —casi uno al año— que siempre me han provocado algo indescriptible. Me parece que Los detectives salvajes es como un viaje a Madrid. Por la página 400, es como si fuera la hora séptima del viaje y quieres que se acabe. Ya. Que se acabe porque llega a ser agotador, igual que un viaje a España. Llega a ser envidiable la capacidad de los personajes de entablar amistades, como si nada. Los personajes de Bolaño quizá no tienen problemas de socialización y odian lo establecido. Belano y Lima odian irreverentemente a Octavio Paz y son los padres del infrarraelismo. Me hubiera gustado haber conocido gente como la retratada en Los detectives salvajes... Aunque Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce la escribió en conjunto con Antoni García Porta, creo que estamos ante una novela con una pulsión narrativa que ya se la quisieran muchas novelas que se publican a cada momento. Bolaño tiene fuerza, incluso, en mi modesta opinión, creo que Los detectives salvajes es una novela que perfectamente se puede leer sin parar —en una noche— si tienes las ganas de hacerlo. A ratos se hace excesivamente larga, pero es muy entretenida, sobre todo el álter ego de Bolaño:  Arturo Belano. Eso que siempre se le vea como drogado y que sospechen que es asexuado me parece excepcional. En Los detectives salvajes hay de todo, incluso el bosquejo de una novela de sci-fi. Pero para qué digo los cuentos de Bolaño. Particularmente, me gustó mucho uno de Putas asesinas titulado Fotos. Belano está en África viendo un álbum de fotos de poetas franceses que han sido antologados en otros libros, o que han publicado. Belano ha conseguido vivencialmente lo que consiguió Rimbaud en África —el poeta imberbe por excelencia—, pero no ha logrado llegar al altar del reconocimiento mediante una foto en un libro. De Bolaño se ha dicho mucho, incluso de que fue heroinómano. Vaya uno a saber. A mí me pasa es que me da lata no haberlo conocido. En Chile mucha gente se juntó con él para conseguir algo —eso es obvio en un mundillo literario chileno tan hipócrita—, pero yo sólo me hubiera gustado juntarme para rendirle mis respetos. Es un autor mayor. Igual es una huevada que todos se saquen el sombrero ante Bolaño, pero creo que no está sobrevalorado. Tiene calidad. Potencia. Y eso se nota. ¿Qué otras cosas he leído de él? Bueno: Llamadas telefónicas (con el notable cuento Sensini y El gusano), La literatura nazi en América (ya quisieran muchos escritorcillos chilenos mandarse una novela borgeana como esa), Nocturno de Chile (que Herralde no quiso que se titulase Tormenta de mierda) y Estrella distante (¿que más utópico que un poeta que escribe poemas etéreos con su avioneta en el aire?). Con Los detectives salvajes me quedó claro que no es una novela que, al leerla, tú digas que es mala y todos los gilipollas dicen que es buena porque el autor de dicha novela hace buen lobby y tiene amigos. No. Aquí hay narrativa de calidad, y eso se agradece. 2666 es otra gran novela de Bolaño. Una novela monumental: mil y tantas páginas. En este posteo he tratado de no decir de qué trata los libros que he leído de él, creo que cada quien debe formarse su propia opinión, pero se nota en 2666 y en El gaucho insufrible (su último libro de cuentos) de que Bolaño está molesto porque se va a morir pronto debido a su problema hepático. Lamentable. Solamente me hubiera gustado haber conocido a Bolaño simplemente para haberle dado mis respetos. A la literatura en Chile le creció el pelo gracias a Bolaño. Fue un chileno que casi no vivió aquí. Chile está en el culo del mundo y siempre habrá que cargar con esa cruz, sobre todo con los que hemos querido ser escritores estadounidenses. Bolaño es...: BOLAÑO. Y lo digo sin haberlo conocido. Y me hubiera gustado sólo darle las «gracias», a lo Alanis Morissette, por su aporte a la gonorreica literatura chilena que no salva a nadie.


 

jueves, 8 de enero de 2015

Heavyweight history



22 de noviembre de 1986. Hotel Hilton de Las Vegas, Nevada, Estados Unidos de América. Mike Tyson debe enfrentar a Trevor Berbick por el campeonato mundial de los pesos pesados. Tiene veinte años cerrados. Desde 1979 hasta 1985 fue entrenado por una leyenda llamada Cus D’Amato. Esta leyenda lo descubrió luego de que estuviera en una Correccional por delincuente juvenil. Oriundo de Brooklyn, en 1979 Mike Tyson no tiene un estilo para boxear, pero lanza golpes como Joe Frazier y con muy malas intenciones. Tiene punch. Pegada. Cus D’Amato había logrado que dos de sus pupilos fuesen campeones mundiales: José Torres y Floyd Paterson. Paterson era un peso pesado bastante ágil. José Torres fue comisionado de la Comisión Atlética del estado de Nueva York. Paterson llegó a ser campeón mundial de los pesos pesados, pero no obtuvo mayor relevancia porque nunca le ganó a Muhammad Ali y perdió contra Sonny Liston. Cus D’Amato fue más que un entrenador: fue un mentor. En la película Tyson (1995), Cus D’Amato fue interpretado por George C. Scott. Desde luego, en mi opinión puramente personal, considero que Mike «Iron Man» Tyson ha sido el mejor boxeador de la historia del boxeo, pero también el que más lo ha arruinado por distracciones y malas asociaciones. Luego de una campaña impecable que duró casi dos años, desde 1985 hasta 1986, con dos managers bastantes «decentes» (en el sentido de que eran gente honrada: Bill Cayton y Jim Jacobs), Tyson peleará con el campeón de origen jamaiquino llamado Trevor Berbick. A mediados de los años 80, el mundillo del boxeo profesional en la categoría pesados es bastante mediocre. El último campeón «sobresaliente» fue Larry Holmes, pero se trataba de un remedo de Muhammad Ali. De hecho, cuando pelearon a principios de los años 80 —Ali con un incipiente Parkinson—, Holmes se puso a llorar en los camerinos porque le había ganado a su ídolo de toda la vida (Larry Holmes tiene un estilo muy parecido al de Ali: lanza jabs retrocediendo). El boxeo profesional yanqui de los pesos completos está muy mal a mediados de los años 80, y Trevor Berbick es el campeón indiscutible de la WBC (World Boxing Council). La corona mundial está representada en 3 asociaciones: WBC, WBA y IBF. A cómo dé lugar, Tyson debe ganar y lo hace en dos rounds. Por nocaut. Su estilo es el de un hooker; es decir, lanza ganchos y siempre esquiva los golpes del oponente. Cus D’Amato le enseñó un sistema de combinaciones a través de números. Si a Tyson le decían haz un «cinco», él sabía perfectamente qué golpes debía realizar. Ese 22 de noviembre del año 86 Tyson gana el campeonato mundial a los veinte años y se transforma en el campeón más joven en la historia del boxeo mundial. Hasta 1990, cuando pierde por primera vez, unifica los títulos mundiales y se enfrenta con todos los boxeadores «presentables» del ranking mundial. Cus D’Amato era amigo del escritor Norman Mailer, incluso. Cus D’Amato le enseñó «principios» a Mike Tyson, y, probablemente, si hubiera aplicado lo que le enseñaron, Tyson jamás se hubiera unido a tránsfugas como Don King o para qué lo digo, hubiese violado a una mujer. En la película Tyson, aunque la representación Michael Jai White como Tyson es bastante mediocre y en sí es una mala película, se nos da a entender que le figura de Cus D’Amato es magnífica per se. Tyson hubiera sido el mejor boxeador de la historia del boxeo si no hubiera realizado estupideces propias de un negrito de Brooklyn. Don King, el promotor más despiadado del mundo del boxeo, que en un principio fue convicto por asesinato y luego incluso apareció de invitado en series de televisión y películas como El abogado del diablo (1997), supo el talón de Aquiles de Tyson: la dolce vita. (También hay una película sobre la vida de Don King. Se llama Only in America, de 1997, con la actuación de Ving Rhames como Don King.) Con la dolce vita, aparecieron las grupis, los automóviles lujosos, las mansiones y las entrevistas en show lates. Probablemente, a Tyson le faltaba una figura paterna. Nunca tuvo un padre presente. D’Amato lo fue en el lado positivo, y bajo esa perspectiva, Tyson logró la meta de convertirse en campeón mundial. Muerto D’Amato y campeón indiscutido ya, Don King apareció como el promotor de moda que le haría ganar muchos millones de dólares que con el paso del tiempo despilfarró como buen negrito de Brooklyn. Cuando era un desconocido que deseaba alcanzar el éxito, Tyson hizo lo indicado, realizó lo que le recomendaba Cus D’Amato. Cuando alcanzó la meta, se durmió en los laureles. Así perdió el campeonato mundial de los pesos pesados ante un boxeador la mar de mediocre llamado James «Buster» Douglas. Generalmente, los nombres de los boxeadores son muy literarios. Douglas ganó por nocaut. Meses después, Tyson fue encerrado en la cárcel por violación. El ejemplo de Tyson me sirve para señalar que siempre hay dos caminos a seguir: el camino del Bien y el camino del Mal. Si el bien era representado teniendo una vida dedicada al boxeo y espartana, todo bien. Cus D’Amato quería lograr en Tyson al mejor boxeador peso pesado de todos los tiempos, pero Tyson lo arruinó cuando llegó la fama y el dinero. Estamos hablando de millones de dólares. Estamos hablando de grupis que te harían una felación si les dabas un autógrafo. Las luces encandilaron a un sujeto que pasó a la historia, sí, pero no tan perfectamente como pudo haberlo hecho. Las personas que no tienen idea de nada siempre consideran el boxeo como una disciplina primitiva; sin embargo, no toman en cuenta que lo que prevalece en el boxeo es la actitud mental (como en todo deporte). Por ejemplo, vean Toro salvaje (1980) con Robert De Niro. El dolor no se siente. Cada golpe recibido en la punta de tu nariz no es nada. Sólo hay una meta: ganar. El boxeo es mucho más que dos hombres agarrándose a puñetes. Es desafío puro. Uno de los dos debe salir ganador. Uno de dos. La filosofía del boxeo, que la dominaba Cus D’Amato, dice que jamás confíes en tu prójimo; en este caso, el prójimo es sólo tu contrincante. Individualismo puro. No hay nada más occidental que el boxeo. Sin embargo, en países como Chile, nuestro país, el boxeo es una mierda. Y no porque no haya dinero. Dinero no hay, sí, pero tampoco hay inteligencia para saber enseñar. Enseñanza, a fin de cuentas. He ahí la clave. Eso fue lo que hizo que Cus D’Amato lograra que su pupilo llegase a ser el campeón indiscutible del peso pesado. Pero cuando llega el éxito, y te das cuenta que con el éxito está todo lo que quieres, llega la idiotez. Te duermes en los laureles. Técnicamente, Tyson era mucho mejor que muchos boxeadores que pasaron a la historia, sin embargo lo arruinó todo por optar por el facilismo de la dolce vita. Y tengo entendido que ahora no tiene nada de dinero. Está pobre. Incluso incursionó en la lucha libre y salió en películas como ¿Qué pasó ayer? (2009). Tyson lo logró ese 22 de noviembre de 1986, sí. Pero se quemó en el camino, parafraseando lo que dijo Larry Holmes cuando lo entrevistaron antes de que peleara con el mismísimo Tyson en 1988.