En el cetro del terror
¿Qué cosa puedo escribir de Stephen King que
no se haya dicho? Es un superventas, es traducido a un sinnúmero de idiomas, es
millonario (si es que serlo sea algo positivo). Todos lo conocemos como uno de
los grandes escritores de terror en lengua inglesa, si no el mejor. El más
potente. Cuando compramos una novela suya, sabemos que nos encontraremos con
una novela ladrillo, de quinientas páginas como mínimo (o más), que te
sumergirá en un mundo nuevo, escalofriante. Quizá no sea tanto por lo
escalofriante, claro, pero las historias que nos muestra son notables en cuanto
a su rareza, si pensamos que lo raro es algo sobrenatural. Stephen King nació
en 1947 en los Estados Unidos, específicamente en Portland, Maine, y es sin
duda uno de los escritores con más adaptaciones al cine sobre lo que ha
escrito. Cuando busco una novela de terror, más que sobrecogerme con lo que voy
a leer, estoy buscando entretenerme con una historia que me muestre un mundo
oculto, claro que con principios visibles, tangibles. Así ocurrió cuando me
zampé El ciclo del hombre lobo, una novela corta de King sobre un
hombre-lobo que se transformaba en luna llena en fechas emblemáticas, como el 4
de julio (fecha de la independencia de los Estados Unidos), y, es obvio que me
divertí, no tanto por el terror en sí mismo, cosa que actualmente no me ocurre
con las novelas de terror (ya no siento miedo con nada pues lo he visto todo),
pero creo que esa novela era el paradigma de una historia licantrópica en pleno
siglo XX, el tiempo en que la civilización ha pasado por tantísimos horrores
que ya nada es lo suficientemente trágico para que produzca una parálisis de
terror o que se te paren los pelos. Luego de una dictadura, donde hubo terror
real, donde hubo detenidos desaparecidos, es poco probable que el gran público
quiera deleitarse con textos de ficción que exploren el terror, salvo que el
tema contenga lo que se vivió en la época del terror, el verdadero terror, ese
de estadios con gente que moría de un balazo en la nuca. Por eso en Chile las
novelas de terror no funcionan, para mi desgracia, pero esto no es totalmente
cierto, pues en sociedades más desarrolladas a nivel intelectual, el tema
radica en que el mercado lo absorbe todo y hay cabida para todo; por tanto, si
esta premisa fuese válida, en Chile, si hubiese un mercado editorial como en
yanquilandia, se podrían publicar muchísimas novelas de terror, aunque se haya
pasado por una dictadura que mató gente porque pensaba diferente. Pero el mundo
literario en Chile es muy pequeño, los escritores siguen escribiendo sobre lo
que pasó en la dictadura, en sus familias oligárquicas o proletas, pero poco o
nada hay de cabida para textos de terror que hagan honor a lo que King hace. En
un viaje por Europa, hace dos años, me leí una novela de King de mil páginas, Apocalipsis,
su obra más ambiciosa, aunque todas las novelas de King son ambiciosas. Creo
que volvía la historia sobre un hecho que no escapa a toda lógica, el fin de
mundo (cosa que puede ocurrir en cualquier momento), pero el tema de fondo en
las novelas de King es cómo te puedes joder bien jodido con lo Oculto, lo que
se escapa de las manos. Christine, sobre un automóvil encantado que
cobra vida, es el prototipo de texto que tal vez nos hace reflexionar que tal
vez el mayor problema radica en cómo los seres humanos tomamos las situaciones
que se nos presentan, sobre todo si estas escapan a toda lógica y te confunden.
El automóvil encantado termina matando su dueño, y es destruido de una forma
poco ortodoxa. O Cell, la primera novela sobre zombis, o algo muy
similar, siempre con la idea de que el mundo se acaba, el Juicio Final; aquí
los celulares provocan una extraña reacción. Sería estupendo hacerse millonario
escribiendo sobre una escolar con poderes síquicos, como en Carrie, o
sobre un cementerio indio que hace revivir cadáveres, o sobre una fanática que
termina secuestrando a su escritor fetiche como en Misery. Stephen King
es un hombre preparado para narrar de tal manera que cuando lo lees en Chile,
te percatas que nada de lo que se produce aquí está a la altura de lo que en
los Estados Unidos se fabrica. ¡Estados Unidos por siempre! Una figura como
Stephen King puede hacerte pensar que el mejor superventas chileno, sea Hernán
Rivera Letelier o Carla Guenfelbein, no son nada en comparación a lo que King
puede escribir cuando se le da la gana. Y aquí me gustaría decir que los
escritores chilenos nunca escribirán como King porque todavía están pegados en
la dictadura; las editoriales chilenas buscan huevadas relacionadas con Chile y
si te pasas de listo y realizas un diálogo con obras extranjeras, jamás serás
publicado como corresponde. España se fija en escritores-hormiga del Cono Sur
de América, los entrevista para el suplemento Babelia del diario El País,
pero todavía siguen pegados en la dictadura. ¿Cuándo me sorprenderán y alguien
pueda realizar una buena novela de terror de más de quinientas páginas? Porque
aquí el terror, como dije hace unas líneas, está relegado a un plano inferior,
jamás se hará una novela como El resplandor porque no da el caletre para
hacerlo, es mejor estar escribiendo de un pendejo guatón que hace un viaje al
norte y se arregla los dientes. Stephen King jamás hubiera existido en Chile,
porque jamás lo hubieran publicado en Chile, un país de amiguismo y corrupción.
Tal vez si realizaran un Salvador Allende, cazador de vampiros,
probablemente se trataría de sacar algo, pero el público todavía está
resentido, creo que no hay cabida para el terror en Chile. O tal vez puede que
me equivoque. Ojalá. Lo cierto es que Stephen King nos da que pensar, y yo
daría lo indecible para llegar a escribir como él, aunque tal vez tenga una
factoría de escritores fantasma trabajando para él. Lo que hace no es humano.
Escribe como los dioses, y eso significa que es un dios. Un dios pagano. Creo
que más allá de su literatura podremos encontrar significados ocultos, siempre
relacionados con la muerte, y el Verbo es sólo una palabra que provoca
repulsión. En una conversación con Antonio Skármeta, en enero último, me dijo
que él había querido ser escritor norteamericano. Yo le dije que a mí me pasaba
lo mismo, simplemente porque no creo que King hubiese fracasado en el mundo
anglosajón porque su nombre no le dijera nada a nadie y no perteneciera a
grupos de poder. Sí, sería estupendo escribir como Stephen King, o ser
traducido a todos los idiomas posibles. Un éxito sin precedentes que no está a
la altura de alguien que es conocido sólo en su casa, como pasa entre los escritores
chilenos, que siempre se están abriendo paso a codazos y pasan de cena en cena
haciendo relaciones públicas que no llegarán a ninguna parte, salvo para que
España se fije en ti, pero será sólo una fugaz experiencia: sólo te mirarán si
realizas algo que no se esté haciendo en los Estados Unidos. Si lo hace
yanquilandia, da lo mismo que se haga en Chile. Mala cueva la mía.